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RECONOCIÉNDONOS JUGANDO

Cuando surgió la propuesta de ir a un colegio a llevar adelante distintas prácticas, nos encontramos en una situación de no saber para qué iríamos, cuál iba a ser nuestro objetivo y cuál nuestro rol. Era una sensación de desconcierto con mezcla de inquietud que fue tomando un rumbo más estable al llegar al aula de 5to Grado de la Escuela Nº 60 “Hugo Stunz”, de la localidad de Ringuelet.

Llegamos con muchas ideas, con muchas cosas por querer hacer, con varios proyectos en la cabeza; cosas estas que fueron rotando, cambiando o sosteniéndose a medida que fuimos empezando a conocer y a reconocer a los chicos.

En la cursada de la materia “Comunicación y Educación”, nos hablaban del “reconocimiento del universo vocabular”, pero… ¿qué es eso? ¿Qué tan importante nos podía resultar en nuestra práctica? ¿Cuánto nos podía aportar a nuestra tarea?

El reconocimiento del universo vocabular es una propuesta de Paulo Freire (Pedagogo Brasileño. 1921-1997) que consiste en el reconocimiento gradual que sirve para recrear una relación dialógica con aquél que será el destinatario de las acciones que pretendemos, porque para realizar trabajos estratégicos de comunicación/educación hay que partir del trabajo con el otro, del conocimiento de las prácticas socioculturales de nuestros interlocutores.

El reconocimiento del universo vocabular es tan necesario porque con él estamos identificando el campo de significaciones de quienes serán nuestros destinatarios, su conjunto de valores, de lenguajes, códigos, ideologías, etc., desde los cuales ellos conocen la realidad.

Como grupo que estuvo trabajando con 5to Grado de esta escuela tan chica en cantidad de alumnos pero tan grande por todo lo que brinda, consideramos que trabajar con la idea de reconocimiento del universo vocabular fue una tarea fundamental para el proceso que queríamos llevar adelante.

Con las primeras llegadas al aula creíamos saberlo todo. Considerábamos que con cualquier cosa de las que llevábamos pensadas los chicos se iban a “enganchar” sin problemas. Pero no fue así.



El error estuvo en creer que con el simple hecho de conocerlos bastaba. La realidad nos mostró que para poder producir distintas acciones estratégicas es necesario reconocer al otro, reconocer su valor, su importancia, considerar que ese interlocutor es capaz de jugar al juego que le planteamos, que puede ser activo en las acciones que les presentamos.

En nuestro primer boceto del “proyecto de intervención” habíamos formulado la realización de un programa de radio donde cada uno de los alumnos desempeñara un rol. Esto no resultó, pues sólo fueron unos pocos los que nos prestaron atención y lo que se engancharon. El resto fue indiferente a cada cosa que les decíamos, que les hacíamos escuchar o que les proponíamos.

Buscábamos que trabajaran en grupo porque habíamos observado grandes individualidades entre ellos, problemas de discriminación y de conducta; por esto la idea de que cada uno desempeñará un rol para lograr un producto único, que sería el programa de radio. Pero no funcionó.

Decidimos salir de la visión instrumentalista que reduce a la comunicación a “medios”, “transmisión”, “información”, para entenderla como un acto social productor de relaciones y de sentidos, como vinculación, como una forma de compartir, de intercambiar, donde cada uno se construye con los otros.

Siguiendo con la idea de que lo chicos trabajen en grupo dejando de lado las agresiones, tanto físicas como verbales, y hacer que se superen las individualidades, decidimos buscar juegos no competitivos mediante los cuales ellos puedan desarrollar sus facultades físicas y psíquicas, puedan conocer las propias actitudes y sus límites y también puedan liberar energía.

Con juegos tales como “la cadena”, “la pelota envenenada” o “la silla inclusiva” donde el ganador no es un alumno en particular sino todo el grupo, ellos están aprendiendo a trabajar colectivamente y de una forma más entretenida, y lo más importante, de la forma en que ellos querían.

Aunque tuvimos un momento específico dedicado al reconocimiento del universo vocabular, creemos que día a día continuamos con esa tarea. Por nuestra mínima experiencia, consideramos que si continuamos yendo a trabajar con los chicos, vamos a ir sabiendo mejor cuáles son sus preferencias, sus intereses, sus visiones de la vida, etc.

Sabemos que hay un mundo de cosas por reconocer en cada lugar al que vamos. Nos sentimos muy satisfechos con haber logrado un mínimo reconocimiento del universo de significaciones de los chicos y haber encontrado también, una manera de compartir todo esto con ellos, porque además de haber sido nosotros quienes propusimos los juegos, también fuimos parte de ese grupo que jugando no buscaba que haya un ganador, sino que en ese proceso, al éxito lo alcanzamos todos. ¡Y lo logramos!



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